XENTRADAS 14-15

Escritores extraordinarios. Robert Walser (1878-1956)

imagen 1 Robert WalserEmpieza a escribir a los quince años porque la vida ya se le antoja insoportable. Él no se siente suficientemente querido por su madre. Y lo que otros hemos imaginado: que estamos muertos y vivos a la vez, para atisbar desde nuestra oculta condición de muertos, como si mirásemos desde una nube o tras un matorral, él ya lo pone en escenas, siendo un adolescente, y las titula “El estanque”.

Robert es el séptimo hijo de los ocho que tuvieron Adolf Walser, encuadernador, y Elisa Walser.

Él ha aprendido a inventarse lo que le falta, imagina que está enfermo. Así su madre lo mimará. Espera en la cama hasta que ella entra silenciosa y delgada, por la puerta entreabierta, escucha el roce del vestido largo y sencillo sobre el suelo de la habitación. Está hechizado. Madre, se oye decir, te amo. Ella sonríe. Y mueve los labios infinitamente finos y bellos. Estás sano dicen los labios. Él ya lo sabe. Mendiga un día más. Solo quiere estar enfermo un día más. La madre menea la cabeza.

Asiste a la escuela y al instituto en Biel. El 22 de octubre de 1894 muere su madre, después de enfermar por una depresión.

Quiere hacerse actor. Desde el gallinero del Provinztheater de Biel asistió a una representación de “Los bandidos” de Schiller. Él mismo querría haber dicho a la Humanidad:

“Los reyes son mendigos, los mendigos reyes”.

Que en realidad todo es completamente distinto de lo que parece. Que lo grande es pequeño y lo pequeño, grande. Lo fácil, difícil; lo ruidoso, quedo; lo tosco, delicado; lo hiriente, herido.

Como es lógico, al final de la función sonó una salva de aplausos. Pensó que él abordaría el tema de manera algo diferente. Pero cuando se presenta a una audición, le dicen que brilla demasiado hacia dentro.

Como no le dejan interpretar, tiene que trabajar. Casi siempre desempeña trabajos de oficina sin relevancia. Mientras trabaja sueña, piensa y divaga.

Va de un trabajo a otro. Su único consuelo es la transitoriedad de los trabajos. Solo el movimiento mantiene su astro en el cielo.

Robert Walser nació el 15 de abril de 1878, en Biel, cantón de Berna. Escribió poemas, que no eran una ocupación secundaria, sino que con este fin siempre se convertirá en desempleado, ya que creía que el arte es algo grandioso. Para él escribir era casi sagrado.

Él es un nómada en las estepas y los desiertos metropolitanos. Si fuera figura de ajedrez, sería el caballo. Se muda sin cesar. Continuamente piensa cómo dejar algo atrás para tener todavía todo por delante.

Tiene pocas pertenencias. Lo imprescindible.

“De vez en cuando envío por delante el alma y camino en pos de ella: de ese modo conozco perfectamente mi calle, sé quien soy y qué he de hacer…”

“Donde uno permanece, es pequeño. Sólo donde nos echan de menos podemos importar mucho”.

Él es un caminante, recorre trayectos increíbles en muy poco tiempo. De día o de noche, eso le da igual.

A veces, se enamora. De una camarera, una criada…Pero inmediatamente se aleja para escribirle. La pone por las nubes en sus versos y se burla de ella en su prosa. Pero cuando regresa al lugar del encuentro, con el corazón rebosante y el bloc repleto de notas, ella se ha marchado a otro lugar y todo queda en nada, su amor vuelve a no poder ser descubierto y él es de nuevo su único amigo.

“No se puede correr tras la belleza”, tiene que ir con uno, igual que la madre con su hijo.

Se marcha al extranjero, es decir, a Berlín con su hermano que es escenógrafo y pintor de éxito, (Karl Walser).

En esa gran urbe aspira a conocer qué piensa el mundo de él y qué puede él pensar y querer del mundo. Su hermano lo lleva de la mano por ese mundo.

Escribe poemas y tres novelas que son impresas, editadas y leídas por algunos amigos.

Pero después de siete años, regresa a casa obligado por las circunstancias y por la proximidad de la guerra, y descubre que en su patria no lo conocen. No hay una fiesta del hijo pródigo, no es un reencontrado, sino sólo uno que vino.

Ha ido a menos de una forma realmente principesca.

Vive en una pequeña buhardilla del hotel Zum blaueu Krenz, de Biel, por cien francos al mes.

Se degrada a sí mismo, mientras enaltece a los demás. Él es un apasionado defensor del desapasionamiento.

A menudo pasa un frío terrible.

“Reyes que son mendigos, mendigos que son reyes”, cada día interpreta mejor su papel.

Convierte el humillarse en su profesión.

Ni siquiera destronado pierde su orgullo innato ese rey secreto. Él sabe quién es. Pero aparte de él no lo sabe nadie más.

Siempre se ha escondido en los grandes y vastos bosques del lenguaje, detrás de los árboles y arbustos de su ramificada y desbordante imaginación. En la maleza de su salvaje y prolífica fantasía. En las encrucijadas de la paradoja. En las simas de su tristeza muy jubilosa. En los claros de su alegría mortalmente triste. Él envía su alma delante y camina tras ella, para no extraviarse.

Él se retuerce como un contorsionista entre sus propios renglones. Él tiene que empequeñecerse.

Es un maestro de la forma pequeña y mínima.

Plasma autorretratos maravillosos…De Kleist, Hölderlin, Lenau, otros oscuros como él.

Después introduce el método del lápiz. Le gusta más la provisionalidad y borrabilidad de lo esbozado a lápiz que la tinta.

Más tarde esa escritura a lápiz se va empequeñeciendo. Es cada vez más baja y más estrecha.

imagen 2 Robert Walser

Ya no desea plasmar grandes palabras. Confía los últimos mensajes a jirones de papel que recorta con la tijera.

Se retira de los bosques del lenguaje a los bosques del silencio. A los bosques de Herisau.

Detrás de los muros de la institución psiquiátrica.

A la casilla de su locura. O de su imaginación

Ha aprendido a inventar lo que le falta.

Estará aislado el resto de su vida.

imagen 3 Robert Walser

Y sin embargo, está bien. Es incurable, si, pero está sano.

Veintitrés años más tarde todavía andará por ahí.

Sale de paseo. El paisaje le gusta. Continuamente vaga por el terreno como un solitario mudo y amable. Poco a poco se convierte en un hombre viejo.

Lo que le llega del exterior ya no le alcanza, no le interesa.

Tampoco escribe ya. “Uno también calla un poco”. Eso dice mientras camina. ¿No lo decía su madre? Si, claro. Él oye su voz. Ella vuelve a hablarle cuando habla consigo mismo, y él esta vez obedece. Se detiene un instante. Escucha la voz del pasado. Después continúa su andadura. Ahora ya no puede detenerse. Y menos estando tan cerca de la meta.

El día de Navidad de 1956 sale de paseo después de comer. Había tomado choucroute con carne y salchichas de cerdo y de postre merengue con nata montada, para celebrar la festividad.

Debía acompañarle su tutor, pero su perro estaba enfermo y decidió quedarse en casa.

Emprende solo el paseo navideño. Hace frío. Los caminos están cubiertos de nieve. Él va bien abrigado. Todo está blanco. Ya no está muy lejos de las ruinas que pretende visitar. Hay que bajar por la ladera del castillo. Un corto descenso hasta una hondonada.

Camina seguro, con cuidado. Pisa con firmeza la pendiente. De repente, resbala. Cae de espaldas, pierde el sombrero, resbala dos, tres metros cuesta abajo, se queda tirado, muerto.

Hasta que lo encuentran. Primero un perro. Después la gente de la granja próxima. Finalmente, el mundo entero.

imagen 4 Robert Walser

 

 

Previous post

Pórtico de la Cultura: "Un escalón hacia el saber"

Next post

Escritores Extraordinarios: Johann Cristian Friedrich Hölderlin (1770-1843)

admin

5 Comentarios

  1. 25 | marzo | 2014 20:05 — Responder

    Carmen: eres una sorpresa total, tu comentario es casi una historia ,supongo que si es biográfica el personaje estará encantado.

  2. Víctor Guedán
    26 | marzo | 2014 08:20 — Responder

    ¡Estupendo! Me parece magnífica la idea de que nos vayas ofreciendo retratos de escritores poco conocidos, y que lo hagas con un tono tan literario. He disfrutado.

  3. José Ramón García Silleras
    5 | abril | 2014 17:44 — Responder

    COMO SIEMPRE CARMEN NOS ACERCA A LOS RINCONES OCULTOS, PARA MUCHOS ,DE LA LITERATURA. ENHORABUENA.

  4. Chus ojosnegros
    10 | mayo | 2014 14:06 — Responder

    Otro conocido autor más.Desconocido antes de Carmen. Me gusta esa búsqueda de la madre cuando está “no enfermo” y el reconocimiento de que está enfermo, ahora sí, pero no está su madre. Me gusta el orden de su entada al fin …El perro, un hombre y después, el mundo entero…Gracias Carmen, por darme a conocer a este escritor .

  5. Marina López Vallejo
    22 | mayo | 2014 09:02 — Responder

    Muchas gracias Carmen por tu aportación para ampliar nuestro (perdón “mi”) escaso conocimiento literario.
    Siempre después de leerlo dan ganas de seguir investigando y leer algo de dicho autor con la certeza de que si tu nos lo recomiendas malo no es.

Deja un comentario